En aquellos pasillos incoloros, aparece una realidad,
A lo lejos una silla, maltrecha y silenciosa,
En ella sentada, la poca esperanza hecha persona,
Olvidado como un recuerdo desgraciado,
Como un momento equivocado.
A lo mejor el tiempo lo ha marchitado,
Exclaman los que lo miran con ojos agridulces,
Pero la realidad es más fría y calculadora,
Lo que lo ha marchitado han sido sus recuerdos,
Sus vivencias, sus pocas ilusiones y “su sangre”.
Ahora seguramente le queda descaradamente…
Sostener los recuerdos con recelo y voluntad,
Contar las batallas a esos floreros que le acompañan,
Regalar todo su tiempo a esos pasillos de penumbra,
Luchando por la manera de repartir sus momentos acomodados.
¿Tú crees que le ha valido trabajar toda la vida?,
Que le ha valido mantener a sus hijos con el sudor de sus manos,
Y el desgarro de sus intenciones inacabadas,
Tu dime si lo crees dime simplemente si lo crees,
Porque ahora seguramente, la persona de la silla maltrecha…
Se desvaneció en el olvido de los recuerdos.
así es como imagino a algunos ancianos «olvidados» en las residencias. Me da mucha, mucha pena… este tema me toca mucho la fibra.
«contar las batallas a esos floreros que le acompañan»… conociéndome, me sentaría a su lado a escucharlas.
Gracias por el abrazo 😉 otro para ti
He visto esa imagen, por desgracia, muchas veces últimamente.
Es una pena.
Y unas palabras preciosas.
Un abrazo enorme
Hay una diferencia esencial entre recuerdo y memoria:
El recuerdo, etimologicamente, ese aquello que traemos al presente y que lo filtramos a través del corazón. Quizás no sea así como lo hemos vivido, pero sí es como al corazón le hubiera gustado que fuese.
PD: Tu poema habla mucho de recuerdo. O al menos es la impresión que a mí me dio la persona de la silla maltrecha. Creo que pasa el tiempo recordando.
un besito..
Es un texto precioso
tremendo el olvido
y doloroso
tanto o más que los malos recuerdos
sigue maravillándome su modo de usar las palabras